El día 14 de febrero visité un hogar rebosante de amor. Nueve días antes, Carolina y Ricardo recibían a su segundo hijo, Juan José, arriba retratado en los brazos de su padre. Juanjito, precioso bebé, durmió plácidamente durante casi toda la sesión fotográfica.
Abajo, el nuevo integrante de la familia descansa en brazos de su madre, de espaldas a Pedro Pablo, su hermano mayor.
Este es Pedro Pablo:
Pedrito se está acostumbrando poco a poco a la idea de que a su nuevo hermanito debe tratarlo con cariño y delicadeza, al menos mientras sea pequeñito y frágil. Ya con los años vendrán los juegos de niños, la complicidad entre hermanos, las peleas y los abrazos de reconciliación. Mientras tanto, papá y mamá velan por el más pequeño, aunque desde ya se vislumbra que estos dos harán una excelente dupla.
Carolina y yo fuimos compañeras de colegio y de grupo scout. Aunque no éramos del mismo curso, la recuerdo claramente con su uniforme de guía y su pañoleta roja con blanco. Es emocionante ser testigo de esta etapa en la vida de una mujer, especialmente cuando se conserva en la retina a la niña. Gracias Caro, nuevamente, por abrirme las puertas de tu casa para fotografiarte junto a los hombres de tu vida.
Marta, mamá de Carolina, también quiso posar con su nuevo nieto, quien aprovechó la comodidad de ese rinconcito entre madre y abuela para estirarse de lo lindo. En esta posición, Juan José abrió sus ojitos por segunda y última vez en toda la sesión de fotos.
Un bebé recién nacido es una maravilla del universo. Todas sus partecitas formadas en el vientre materno a la perfección, nuevecitas, diminutas, suaves, únicas… Mi misión como fotógrafa es resguardarlas en el tiempo, al menos en apariencia, pues sólo serán de este tamaño una vez en toda la vida.