Érase una vez una princesa encantada llamada Emilia, cuya madre se llamaba Andrea y estaba esperando la llegada de un príncipe llamado Agustín. Cuando la reina tenía 35 semanas de embarazo, llamó a su servicio a la fotógrafa del reino y concertaron la realización de una sesión fotográfica en una playa de Viña del Mar a principios del mes de mayo.
Emilia, con sus tres añitos y medio y su vestido rosado de tul, claramente se robó la película. Por eso este cuento es más sobre una futura hermana que sobre una futura mamá. Nos juntamos un día miércoles en el Bravíssimo de la recta Las Salinas y caminamos hasta el nuevo puente peatonal del Parque del Borde Costero. En ese lugar y por encima de la ropa que traía puesta, Emilia se convirtió en princesa y comenzó a correr.
Y corrió…
Y luego corrió un poco más…
Hasta que llegamos a la arena de la playa desierta en medio del otoño viñamarino. Ahí estábamos, Andrea, su mamá Carolina y yo, realizando algunas fotografías de la abuela junto a su futuro nieto, cuando detrás de la panza apareció la princesa del cuento. Lo que sucedió a continuación es un retrato de la hermosa relación entre Emilia y su abuela materna.
Como todo el mundo sabe, las princesas suelen ser ligeras como las plumas, y es por esto que saltarle en la guata a la abuelita no es ningún problema. No señor.
Aprovechando la soledad de la playa, con Andrea nos fuimos más cerca de las olas, que ese día eran grandes y ruidosas.
Esta imagen me encanta por la lucecita que se cruzó justo en la guatita de Andrea. Agustín.
Cuando regresamos playa arriba, papá había aparecido en escena. Mientras lo esperábamos, Emilia había dibujado a su hermano en la pizarrita, y papá le ayudó a dibujar el sol y sus rayos. El sol, en los dibujos de los niños, representa la energía masculina y muchas veces la percepción del padre. Interesante, ¿no?
Ahora que contábamos con la familia completa, nos dedicamos a puro jugar, como verán en las siguientes imágenes.
Y ahí está de nuevo la lucecita, en las manos de la princesa (en realidad es el sol, pero se ve lindo, ¿verdad?). Abajo, la Emilia volando… porque pesa menos que un algodón, claro está.
Bueno, y como ustedes también saben porque han leído cuentos de príncipes y princesas, en algún momento del cuento tiene que haber un baile durante el cual la princesa sonríe y disfruta un momento único y especial. Señoras y señores: Con ustedes, el vals.
Ta na na na nán… ♪ ♫
Agustín llegó al mundo una semana después. Y fueron felices para siempre :-)
Esta última foto es para mí, fue una de las primeras que tomamos ese día. El pelo de Andrea me recuerda a Medusa con el caballo alado en el vientre. Pero ese cuento es muy terrible, me quedo con el otro.
El Fin
